Julia “Buterfly” Hill es una referencia para quienes luchan por la Naturaleza y los árboles, su historia supera cualquier referencia previa que tengamos, vivir dos años sobre una Secuoya para que no la talaran los madereros fue una gesta que nunca pretendió.
Cuando subió al árbol pensando que serían unos pocos días, era el 10 de diciembre de 1997, tenía 23 años. Improvisó una estructura de 2x1m. a 55m. de altura y esperó a que funcionase la iniciativa y se detuviera la tala de ese bosque milenario. Sin embargo, no bajó hasta 738 días después, el 18 de diciembre de 1999, convertida ya en toda una heroína.
Le subían la comida cada día por medio de una cuerda y pasaba parte de los días atendiendo a los medios de comunicación que querían contar su historia. Pero, cuando colgaba el teléfono que utilizaba para las entrevistas, estaba completamente sola junto a Luna, el nombre que puso a la secuoya.
Soportó la humedad, vientos de hasta 150km/h, el frío, lluvia helada, granizo, nieve y el peor invierno registrado con una simple lona de plástico que destruyeron su refugio. No solo eso, la empresa maderera hizo todo lo posible por disuadirla de su empeño: cortaron su suministro de alimentos, hicieron sonar bocinas día y noche para que no pudiera dormir y hasta quemaron neumáticos en la base para asfixiarla y forzarla a bajar. Pero resistió.
Solo bajó cuando se lograron reunir 50000 dólares y pagar a la empresa por abandonar aquel lugar para siempre. Al tocar tierra cayó al suelo de la emoción y el momento fue recogido por muchos medios de comunicación.
Desafortunadamente, desde la colonización del territorio californiano por culturas occidentales, la continua tala de este recurso natural diezmó los bosques. El 97% de los bosques de estas secuoyas milenarias ya se había destruido.
En California se inició una forma de protesta a finales de los 70 conocida como la ocupación de árboles (tree sitting, en inglés), viviendo en ellos para protegerlos de la tala, pero no duraban demasiado.
Tuvo que soportar tormentas con vientos de hasta 150 kilómetros por hora, lluvia congelada, granizo y finalmente nieve que destruyeron su refugio, con lo que quedó completamente expuesta a la intemperie.
Las condiciones meteorológicas fueron tan intensas que sufrió congelación severa porque no podía secarse ni calentarse durante semanas.
Hubo momentos de duda en que casi se da por vencida, solía enroscarse en posición fetal y llorar dándose por vencida, pero siempre ocurría algo que le daba esperanzas.
Ya fuera una respuesta de la naturaleza, o alguien llegando inesperadamente con algún tipo de obsequio, o un oso que pasaba por el bosque comiendo bayas -es increíble ver un animal así de grande-. Esos pequeños incidentes que le convencían de que podía aguantar dándole un respiro. .
La impresionante protesta de dos años de Julia atrajo la atención a lo largo de todo Estados Unidos y más allá. Esto hizo que la dedicaron varias canciones.
Julia Butterfly Hill está convencida de las repercusiones de su acción en la protección de uno de los tesoros naturales de California y el mundo.

Julia Butterfly Hill cofundó la Circle of Life Foundation (Fundación Círculo de la Vida), que aboga por la transformación de las interacciones humanas con la naturaleza.
De su experiencia escribió el libro "El legado de Luna: la historia de un árbol, una mujer y la lucha para salvar las secuoyas".
En 2002, Hill fue deportada de Ecuador, donde había participado en una protesta contra los planes de la petrolera Occidental de construir un oleoducto que atravesaría territorios indígenas.
Julia sigue siendo una activa defensora de los árboles, a pesar de sus graves problemas de salud (enfermedad de Lime) y nos hace preguntarnos hasta donde estaríamos dispuestos cada uno por defender a esos seres que trabajan silenciosamente por hacer este mundo respirable y más bello.
Su trabajo en defensa del medioambiente y de los pequeños agricultores continúa, dando charlas, participando en simposios y dictando talleres.
Quienes tenemos similares inquietudes que sepan los árboles que no están solos, por suerte, cada día somos más.
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