MARY ANNING, Madre de la Paleontología

 

1799-1847
Nació en la ciudad inglesa de Lyme Regis situada en Dorset, Inglaterra. Su padre, Richard, era un ebanista que completaba sus ingresos mediante la búsqueda de fósiles en los yacimientos costeros y la venta de sus hallazgos a los turistas. Tanto Mary como su hermano Joseph acompañaban a su padre en ocasiones cuando iba en busca de fósiles en los acantilados cercanos para venderlos, y después de su muerte comenzaron a recoger fósiles a tiempo completo para ganarse la vida.

 Fue la primera paleontóloga reconocida como tal. Además de ser paleontóloga, fue una coleccionista y comerciante de fósiles inglesa, conocida en todo el mundo por sus importantes hallazgos de los lechos marinos del período Jurásico en la localidad inglesa Lyme Regis. Su trabajo científico contribuyó a que se dieran cambios fundamentales a principios del siglo XIX en la manera de entender la vida prehistórica y la historia de la Tierra.
Sus hallazgos más destacados son el primer esqueleto de ictiosauro en ser identificado correctamente, los primeros dos esqueletos de plesiosauros, el primer esqueleto de pterosaurio encontrado fuera de Alemania y algunos fósiles de peces importantes. El descubrimiento de que los fósiles de belemnites contienen sacos de tinta fosilizada y de que los coprolitos, conocidos como piedras bezoar en esa época, son heces fosilizadas. Cuando el geólogo Henry De la Beche pintó Duria Antiquior, la primera escena sobre el tiempo profundo, se basó en su mayoría en los fósiles que Anning había encontrado.
El sexo y su clase social  fueron razones por las que se le impidió participar en la comunidad científica británica de principios de siglo XIX, dominada por caballeros ricos, y de que no fuera citada en absoluto en sus contribuciones. Aunque llegó a ser conocida en los círculos de geólogos de Gran Bretaña, Europa y América, tuvo dificultades financieras durante la mayor parte de su vida.
Con una educación muy limitada. Aprendió a leer los domingos en su niñez con los escritos religiosos en la iglesia. Con el fin de aprender lo máximo posible sobre fósiles, empezó a leer tanta literatura científica como era posible. 
El geólogo Henry De la Beche pintó la acuarela Duria Antiquior en 1830 en base principalmente a los fósiles encontrados por Anning.

Considerada como una intrusa al ser mujer y de clase trabajadora, Anning siempre sería considerada como una intrusa para la comunidad científica. En esa época a las mujeres de Gran Bretaña no se les permitía votar (ni a los hombres de clase obrera que eran demasiado pobres para cumplir con el requisito de tener propiedades), ocupar cargos públicos o asistir a la universidad, y la recientemente formada, pero cada vez más influyente Sociedad Geológica no permitía siquiera a las mujeres asistir a las reuniones en calidad de invitados, y mucho menos convertirse en miembros. Aunque Anning sabía más sobre fósiles y geología que la mayoría de hombres paleontólogos a los que vendía, eran sólo estos señores los que publicaban la descripción científica de los especímenes que ella encontró, a menudo negándose a mencionar su nombre. Provocaba que se sintiera cada vez más contrariada. Una joven que a veces la acompañaba mientras ella recogía, escribió: «Mary dice que el mundo la ha utilizado hasta la saciedad... estos hombres de ciencia han chupado su cerebro, y han sacado un gran partido publicando obras, de las cuales ella elaboró los contenidos, sin recibir nada a cambio».

Ictiosauros

En 1835 tras perder la mayor parte de sus ahorros de toda la vida en una mala inversión. Su viejo amigo William Buckland preocupado por su situación financiera, convenció a la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia y el gobierno británico decidió concederle una pensión anual, conocida como Lista Civil, en reconocimiento de sus muchas contribuciones a la ciencia de la geología. La pensión de £25 al año dándole un cierto grado de seguridad económica. 

Plesiosauros

Considerados en conjunto, los hallazgos de Mary Anning se convirtieron en piezas clave para demostrar el fenómeno de la extinción. Georges Cuvier había tratado la realidad de la extinción a finales de la década de 1790 sobre la base de su análisis de fósiles de mamíferos como mamuts. Sin embargo, hasta principios de la década de 1820, muchos científicos creían que los animales no se extinguieron en parte porque creían que la extinción supondría que la creación de Dios habría resultado ser imperfecta, cualquier rareza encontrada era explicada como perteneciente a animales que todavía vivirían en algún lugar de una región inexplorada de la Tierra. La extraña naturaleza de los fósiles encontrados por Anning, algunos, como el plesiosauro, tan diferente a cualquier criatura viviente conocida, supuso un punto importante en contra de esta idea.

Ictiosaurios
Los ictiosauros, plesiosauros y pterosaurios que ella encontró, junto con los primeros fósiles de dinosaurio descubiertos por Gideon Mantell y William Buckland durante el mismo periodo, evidenciaron que en eras anteriores la Tierra estaba habitada por criaturas muy distintas a las actuales y supusieron bastante apoyo a la idea bastante controvertida de Cuvier de que había existido en el pasado una «edad de reptiles» donde fueron la forma dominante de vida animal. Estos descubrimientos también jugaron un papel clave en el desarrollo en la década de 1820 de una nueva
disciplina de análisis geohistórico dentro de la geología que trataba de entender la historia de la tierra mediante el uso de las pruebas fósiles para reconstruir organismos extintos y los ambientes en los que vivieron, disciplina que finalmente llegó a ser llamada paleontología. Las ilustraciones de escenas del tiempo profundo, como la impactante acuarela de Henry de la Beche Duria Antiquior, ayudaron a convencer a la gente de que era posible reconstruir y comprender la vida en el pasado distante. De la Beche se inspiró para crear la célebre escena en la viva descripción de la cadena alimenticia del Jurásico inferior descrita por William Buckland basándose en el análisis de coprolitos. El estudio de los coprolitos, cuyos pioneros fueron Buckland y Anning, probaría ser una útil herramienta para entender los ecosistemas antiguos.

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